Lectura de Eduardo Moga

David Rosenmann-Taub es un poeta total, esto es, un poeta que atiende a todos los aspectos de la realidad y que moviliza todos los recursos del lenguaje. Obra, así, como otros grandes del idioma —Gonzalo Rojas, Tomás Segovia, Carlos Edmundo de Ory—, que muestran la misma voluntad que él por atrapar lo subterráneo y lo trascendente, lo no dicho y lo no decible, sin por ello renunciar a un propósito radicalmente humano. La poesía de Rosenmann-Taub es como el hojaldre: hecha de capas superpuestas, cruje, crepita en los ojos, y nos inunda de una miríada de astillas sonoras. Brota de una simiente vanguardista, es decir, de una incomodidad con el ser y con el mundo que se traduce en una simultánea incomodidad con el lenguaje, y que aspira a disolverse en su manifestación. Resulta, pues, inquisitiva, disconforme y audaz, pero no se desarraiga nunca de la tradición: actualiza, vivifica ese espíritu subversivo, pero no desatiende el conocimiento de los clásicos ni de las formas poéticas convencionales, antes bien, los dota de un nuevo significado: los recrea, transformándolos.